Materiales: Madera, metal, vidrio, plástico y otros materiales
Medidas: 40 cm por 40 cm por 10 cm
Año: 2022
Muchos buscamos salir de nuestras cajas y ver el mundo ancho y ajeno y descubrimos como padres e hijos, como todas las personas, tienen objetivos distintos. En un tiempo mientras unos miran el mundo como su espacio de desarrollo, los niños buscan la protección de sus padres. Más tarde, la calesita dará la vuelta y serán los hijos los exploradores del mundo y sus padres buscaran la protección necesaria. La vida es el desequilibrio entre generaciones, la contradicción de esperanzas entre todos. Para unos es tiempo de realizarse en sociedad, y para otros de los afectos y seguridades, del refugio y el calor.
El mundo se abre día a día y ofrece muchas oportunidades que impulsan a subirse a ese desconocido territorio que gira y gira, nos carga de adrenalina y estrés, y nos da sentido de ser parte. En cajas nos han confinado, y cada generación, y sobre todo las mujeres, ha dado un paso más hacia afuera, dejando de mirar únicamente su limitado entorno, avanzando hacia adelante, y también cargando los dolores del desgarramiento y los abandonos. El mundo deja de ser ancho y ajeno. Lo cercano se nos vuelve lejano y aquello que veíamos lejos hoy está frente a nuestros ojos y nuestros dedos lo comienzan a palpar. Es un largo camino de movilidad que se inicia por rumores y descubridores, pasa por negociantes, invasores o migrantes que buscan nuevos mundos dejando tradiciones, herencias y culturas. De ello se derivaron enormes cambios sociales. América se pobló de migrantes campesinos que dieron gigantes pasos sociales. Las mujeres han abierto nuevos caminos de reconocimiento, realización, trabajo y educación. Salir del encierro ha sido dificultoso para todas las comunidades culturales que recorren senderos desde sus tribus y etnias hacia las ciudades y la vida moderna en un largo camino de desarrollo, transculturización y desgarramiento colectivo de sus pasados. Las personas salen de los placares donde escondían sus vidas y experimentan y proclaman sus nuevas sexualidades. Todos parecen más libres, proclaman nuevos derechos e idolatran sus objetivos y logros. Pero en ese amplio camino colectivo se dejan atrás vidas con dolor. Algunos no pueden cambiar, otros no saben cómo, y algunos más no quieren. No todos mejoran. Otros no están en tiempos de pensar cambios, sino en buscar que los protejan y cuiden.
La ruptura de las familias, los pueblos abandonados, las comunidades diezmadas, los hijos abandonados, los desarraigos colectivos, los abandonos y las soledades quedan dentro de las cajas que antes nos unían y nos protegían, mientras algunos bucean en un nuevo mundo que gira más rápido de lo que incluso se puede resistir y que no siempre cumple las expectativas, cura o protege de los dolores de las rupturas.
Todas las manos están extendidas. Unas miran al futuro global, otras lloran al sentir que pierden sus agarres y que los dejan solos en el mundo vacío que les queda. Todos queremos más. Es el deseo individual que nos aleja de unos afectos y protecciones al tiempo que nos acerca a esperanzas y sueños de algo más seguro. El deseo del más es el impulso frenético para salir de nuestras limitadas cajas de existencias, recursos, afectos, seguridades o reconocimientos. Necesitamos salir, no importa el desgarre que puede sobrevenir o los riesgos. Siempre hay una probabilidad a explorar y de alcanzar los sueños. Su esperanza es la fuerza que nos lleva, la insatisfacción del presente y el poder ver hoy el mundo ancho y ajeno más cerca nuestro, a pesar del miedo al movimiento perpetuo de este nuevo mundo.