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Materiales: Madera, metal, vidrio, plástico y otros materiales
Medidas: 55 cm por 30 cm por 17 cm
Año: 2021

A nuestra cabeza se enchufan y conectan terminales de cables desde donde entran y se transfieren miles de datos, imágenes y sonidos que luego se procesarán y dispersarán en las redes internas. Son las vacunas que nos alimentan de .luz y nos conectan. Somos una isla que recibimos todo desde el exterior y que al océano devolvemos, restos y aprendizajes. Somos una red de cañerías por donde se derraman saberes y contenidos que han llegado y que el cuerpo acepta y rechaza, recibe y entrega, pero que no siempre discrimina entre verdades o mentiras. Todo pasa, todo fluye, todo termina en un magma mar de fluidos que finalmente salen hacia nuestro universo exterior. Muchos conocimientos también se van. Los dejamos abandonados, los rechazamos, los cambiamos, o dejamos de darles valor frente a otros que tornan obsoletos en un camino infinito de flujo de verdades y mentiras, datos e informaciones, imágenes y realidades, pasados y presentes. O incluso de aquellos que no entendemos y quedan por allí vagando incomprendidos a la espera de nuevos datos que nos ayuden a develarlos. Nuestros sentidos, especialmente ojos y oídos, son las puertas por las cuales llenamos la mente y nos saturamos de ideas, de opiniones, textos, imágenes y sonidos. Con ellos nos hacemos humanos. Son inyecciones de información que nos llegan y alimentan, y que también nos confundan y engañan. Puertas que nos conectan a otros muchos mundos externos. Todo llega finalmente donde se produce el largo camino del procesamiento, dispersión, separación, análisis, archivo, uso o descarte. La información llega y sale. La que no queremos y la que queremos e inútilmente quisiéramos retener completamente en sus detalles. Por ella nos conectamos con otros, que nos informan y confunden. Ellos nos iluminan y nos dan libertades y también nos limitan caminos. Somos un envase que se llena y vacía todos los días. En la noche, el sueño extrañamente decide por nosotros y guarda o borra sin nuestro permiso. Es el ciclo de una vida que no puede guardar todo, que es finita. Somos alimentados de información para vivir y también para nuestra supervivencia futura, y evacuamos la mayor parte de lo que nos llega. Nuestra mente es como nuestro cuerpo, come y defeca y decide por nosotros qué guarda y qué abandona. Pero sin esas comidas de información, no podemos crecer, aunque la vida sea expulsarlas, seleccionar y devolverlas al mundo. En ese trayecto de entrada y salida identificamos nuestros valores, nos reconocemos como personas, vivimos y construimos nuestros placeres, criterios y deseos. Aprendemos y desaprendemos, aceptamos y recibimos, rechazamos y expulsamos. Es una selección extraña y distante la que nos alimenta y nos cura. Los productos culturales son las vacunas y parte de ese flujo que nos nutre y da vida en el diálogo con los otros. Cables y ondas que llegan a nosotros, y también que nos enferman y nos saturan, y que muchas veces tampoco nos dejan decantar y seleccionar con tiempo, con inteligencia, con capacidad. Estamos conectados a cables que nos contaminan mientras su flujo alimenta nuestra libertad de elección. Es la contradicción de una vida a la cual llegamos vacíos y que no tendríamos sin esos infinitos cables que nos alimentan y que a la vez nos ahogan.

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