Materiales: Madera, plástico, espuma plast y otros materiales
Medidas: 35 cm por 35 cm por 18 cm
Año: 2023
Deseos desenfrenados que obnubilan nuestros sueños nutren las miles de aspiraciones que nos dan sentido y dirección a nuestra vida. Son pasiones que vienen desde lo profundo de nuestros socavones y dirigen nuestros pasos estableciendo propósitos y direcciones en las tormentosas geografías donde nos alojamos. Estas energías que non invaden son las que ordenan los mundos brumosos de nuestros cerebros y marcan los senderos de nuestros actos concretos. Muchas veces no sabemos de ellos o no los develamos claramente, son tanto los centros de placeres que se alojan en nuestros cerebros y nos iluminan de las infinitas tentaciones terrenales y sin duda también en todos los pecados capitales, como también los dolores que nos atormentan. Algunos son apenas el impulso a algún punto de llegada para continuar atados a nuevos sueños tal vez inalcanzables.
Estaciones de paso en el largo camino oscuro y solitario de resolver las angustias que anudan los conflictos que nutren los pasos para superar las inclemencias cotidianas. ¿Cómo llegaron a instalarse y gobernar nuestros actos? ¿En qué tiempo y mecanismo pasaron a timonear nuestras vidas? Son preguntas sin respuestas que nos rondan y tironean los pasos y que nos acompañan en todo momento. Sentimos que sin sueños, desvelos y angustias carecemos de fuerzas y que no corre sangre por nuestras arterias y que las venas no traen el oxígeno necesario para alimentar nuestros deseos profundos. Con su ausencia, unos u otros caminos se tornan similares e indistintos. Esos impulsos desde el cerebro profundo anulan todos los otros sentidos y necesidades, organizan nuestras prioridades y ordenan nuestras relaciones.
Ellos borran otras oportunidades o deseos, nos imponen a concentrarnos en cumplir sus deseos para dar la paz al cuerpo. Los sueños son el alimento que impulsa los pasos para saciar los apetitos inacabables y profundos. Somos esclavos de esas ideas absolutas que se han encarnado en nuestras almas y redes energéticas internas.
Con los años recordamos los tiempos pasados de hambres voraces que movían nuestros pasos juveniles, nuestras guerras infantiles, deseos de trascendencia inhumanos y que nos instalaban entre las nubes, en solitarios templos desde los cuales esperábamos ejércitos rindiéndonos pleitesías. Es que desde los profundo esos deseos nos elevan y separan, nos hacen más humanos para realizarnos, pero a la vez más enajenados y dependientes de los instintos animales de supervivencia y también de trascendencia en el gran mercado de aceptación y reconocimiento en que se ha ido convirtiendo el mundo.