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Materiales: Madera, metal, plástico y otros materiales
Medidas: 51 cm por 40 cm por 36 cm
Año: 2021

La caja del desgarramiento

Las cárceles son lugares de desgarramientos familiares. Como las fronteras, las cárceles son rejas, fijan paredes e imponen distancias que separan y rompen los vínculos de la piel, del amor y también de la sangre. Ellas marcan tanto las vidas como las fronteras entre las sociedades. Crean lejanías que cambian valores y miradas. Es la sociedad de la tentación y del castigo, y son una presencia siempre presente. En todo momento hay paredes dispuestas a encerrarnos, separarnos y castigarnos. Se conforman como espacios mínimos de vida y visita efímera de limitados encuentros con otros y sus libertades. La cárcel nos encierra y nos separa, grita la libertad y nos cambia. También nos integra en peligrosas redes de vida, nos excluye de otras más seguras al tiempo que ilumina la imaginación de la sobrevivencia. Es el más crudo ámbito de enseñanza en la universidad de la vida. Es la herramienta del control, del sojuzgamiento colectivo y del límite a nuestras libertades. Fin de tentaciones frustradas de cortos caminos a los sueños. Muchos atraviesan sus puertas, aprenden, sufren y cambian, o son quebrados y no logran sobrevivir las lágrimas de sus huesos rotos. Otros sobreviven sin otra esperanza que ver el tiempo que se diluye. Todos aprenden de sus oscuras paredes. Aunque no estemos tras las rejas, todos sabemos de ellas, y sentimos el temor. Incluso no sólo por ellas, sino por los habitantes de ese mundo fantasmal donde se esconden la arbitrariedad y el dolor. Sabemos la soledad que ellas implican y del desgarramiento que crean. Detrás de ellas hay otras vidas, otras muertes y otras desesperanzas. Los desgarramientos y la ruptura de los lazos están presentes siempre a la vuelta de la esquina en nuestras vidas contemporáneas. La ruptura de nuestras seguridades es cotidiana. Por la tentación del “más”, por la huida del “menos”, por la diversidad de caminos que se nos abren diariamente, por esa búsqueda insaciable de nuevas fronteras para conocer y arriesgarnos en este mundo líquido que nos rodea. Por la casualidad inexplicable de una vida en sociedad con logros para que nos vean. También siempre buscamos lugares donde encerrarnos para vivir, soñando las huidas como paraísos. El desgarramiento cambia nuestros entornos y geografías.
Es el tiempo que nos separa por nuevos intereses y caminos, y que aumenta las distancias entre todos. Nos cambia de cajas de referencia y separa de nuestros entornos primigenios que fueron los que nos dieron existencia y que luego vemos borrosos desde las distancias. Las fronteras son también cárceles y espacios del castigo de los que están dentro y fuera. La línea de separación que producen todas esas rupturas, y el tiempo de las distintas experiencias y nuevos entornos de vida, centrados algunas veces en vernos a nosotros mismos, y que nos permiten conocer lo profundo, en ver a los otros desde otra distancia y circunstancia, o en prepararnos para ser animales en la vida humana. Son tiempos del espacio de la reflexión y la oportunidad del cambio. ¿Será acaso necesario para poder pensar, analizar, llorar, estudiar y madurar, tener unas rejas a tras nuestro? ¿Es la oportunidad acaso de nuevas formas de encuentro con los otros? ¿De oportunidades de nuevas creencias de valores y de cambio? ¿O es sólo el pasaje al infierno? La cárcel como un espacio físico de 6 paredes es también un espacio intelectual que nos cierra, limita y diferencia, pero también de oportunidad para nuestro reencuentro y nuestra reconstrucción. Frontera que nos separa y desgarra de nuestro pasado, y las heridas, así como ventana de oportunidades para construir nuevos caminos, mientras velamos la distancia.

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