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Materiales: Madera, metal, plástico, vidrio y otros materiales
Medidas: 30 cm por 55 cm por 16 cm
Año: 2021

 

Adentro del cuerpo tenemos un motor rugiendo que ocupa el centro de la vida. Es un pequeño órgano del tamaño del puño, hecho y vestido de  tejidos musculares y que bombea el rojo fluido corporal a otras partes del territorio de nuestra pequeña anatomía. Es la madre de las cañerías de arterias y venas, que recorren, articulan y conectan nuestro cuerpo fragmentado en una circulación continua de sangre que nos da oxígeno y vida. Es también el gran indicador de nuestra existencia, con un amplio espectro de pequeños medidores que lo acompañan. Sabemos que la cabeza, allá arriba, es el  centro de nuestra existencia, nos separa de otras especies y da la primacía en este reino animal que compartimos.

Ella, con sus pensamientos, está distante de la caja corpórea de órganos y caños que nos contiene y donde reina el corazón. Está casi sola, allá arriba desde donde, dirige al cuerpo sin enterarnos, aunque sabemos que aún en estado vegetativo por decenas de años, algunos han sobrevivido sólo gracias a su suspiro. La cabeza tiene su vida propia entre esa infinidad de aparatos, tornillos, piezas e instrumentos que pueblan nuestros intrincados territorios internos. Incluso cuando algunas partes de esa entreverada casa son tomadas y cerradas, y se desconectan de esos flujos y mueren esas zonas desconectadas, la procesión de la vida sigue andando por los senderos que riega el corazón.

En éste flujo continuo, el motor suena, pero no se siente. Grita y no se oye,  pero escucha. Pide insumos y gasta energía. Reclama atención y pide repuestos y mecánicos, ajustes y descansos,  pastillas y protección, o también cambio de piezas para mantener su delicado funcionamiento. Es una maquina aunque no veamos tuercas y tornillos,  que la recorre una electricidad biológica e infinitas cañerías que la conectan y la alimentan, y de donde emanan extraños ruidos y delicados movimientos permanentes, pero que sigue atenta la cabeza.

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