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Materiales: Madera, metal, vidrio, plástico y otros materiales
Medidas: 40 cm por 40 cm por 10 cm
Año: 2022

Jugadores profesionales, organizados y estructurados junto con hinchas fanáticos y descabezados por sus pasiones. Unos juegan para los otros, y los que no juegan, viven por los que juegan. En estos tiempos de pasiones desenfrenadas entregamos nuestra vida. El fútbol, deporte de multitudes, gran negocio, y actividad social, muchas veces alimenta irracionales deseos de lucha, de odio y de triunfos y conquistas. Sus hinchas son también una multitud donde algunos pierden la razón en una pasión desenfrenada, volviéndose en descabezados carentes de conciencia y control. Barras, hinchas y desaforadas pasiones donde  pierden sus cabezas al pasar los minutos y los partidos, son los motores que alimentan el juego. Mientras tanto los jugadores tienen las cabezas en sus pies.  Mientras la pelota se mueve, ese ser colectivo se desvive y pierde su raciocinio.  El fútbol es el negocio mayor por encender  pasiones y crear hinchadas irracionales. Allí está su corazón como deporte: en la pasión desenfrenada, en la pérdida de lo individual, en transformarnos en un colectivo lleno de sentimientos irracionales. Se transfieren los centros de las vidas privadas al club, al equipo, al jugador individual, a los colores de la camiseta, a sus historias infinitas, transformando a las personas y creando pasiones que dan sentido a muchas vidas. No logramos despertar y crear éste estado emocional estando solos, sino que necesitamos el impulso externo y un colectivo para que nos ayude a brotar la sangre, generar las energías y el sentido irracional de la vida que solos no alcanzamos. Por ellos nos volvemos unos descabezados atados al negocio de crearnos nuestras pasiones y ser consumidores adoradores en los estadios, los templos del siglo presente. El centro no es sólo el juego, sino el alimentar nuestras pasiones, quitarnos nuestras realidades, borrar nuestras preocupaciones, y darnos un sentido a nuestra cotidianidad alimentando ilusiones de logros para vivir. Cada partido es una nueva esperanza antes y después, con minutos acelerados de entusiasmo, de angustia y de realización. No es solo un momento o incluso ni sólo un juego. Cada partido está amarrado al camino infinito de nuevos juegos dedicados a inflar nuestras expectativas y pasiones, creándonos nuevas ilusiones, gritando y babeando esperanzados ante posibles o reales jugadas y goles. Animales esperando el premio. El fútbol nos vuelve animales, nos regresa a nuestro estado previo, a la tribu. Hombres y masas nos alternamos en cada minuto en el tiempo del juego. De este ciclo saldremos siempre o más solos o frustrados, o más colectivos y esperanzados.

¿Qué otra cosa mejor para vivir descabezados y esperanzados? Nosotros, mortales, no podemos hacer sus finos y casi exquisitos movimientos en la cancha, ni tener sus oropeles. Estamos fuera de esa lid, estamos solos, pero  agradecemos la oportunidad de alimentarnos nuestra pasión desenfrenada. Queremos ser descabezados pero que sean 90 minutos maravillosos, claman esperanzados desde la tribuna o frente al televisor.

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